PEREZA QUE MEDRA Y MATA

Se regodea la pereza,
en si misma satisfecha.
Relajada la conciencia,
en sus efluvios inmersa.
Ensimismada y apática,
entre sueño y duermevela.
Tibios pensamientos reptan,
parsimoniosos, sin magia.
Plácidamente se halaga,
en sus sopores de ausencia.

El necio vive en la inopia,
mientras medra en las esquinas,
del saber y la apariencia.
Se solaza en sus euforias
y no regatea alabanzas,
a las próceres cabezas,
de algodón y cartón piedra.
Lucha, pero en las trincheras.
Su voz parece sincera,
está de aristas repleta.

La mente al final se arruga,
cuando pacta la pereza,
con la apacible inconsciencia.
Se van quedando obsoletas,
las peregrinas ideas
y se enquistan las promesas,
en la vaguedad envueltas.
Se ciernen sombras chinescas,
en las vacías cabezas.
El Sol se queda en la puerta,
en la penumbra se ciega.

Recovecos en los sueños,
donde las ideas penetran.
Fisuras en los recuerdos,
que eclipsan, borran y empañan.
En la pereza se apagan,
las luces de la esperanza
y en el interior se quedan,
como en la abulia las ganas.
Tesoros por descubrir,
en tenebrosas estancias.

Se va a pagando el amor,
la pereza le socava.
Con los ojos entreabiertos,
sin mirarle cara a cara,
se difuminan las luces,
que las sombras acaparan.
Amor limpio y duradero,
si la indolencia no manda.
A.L.
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13/02/2020

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