SEMBRAR PARA RECOGER

Sembró paz el jardinero,
con semillas de esperanza,
pero nació la cizaña,
para perturbar el sueño.
El sueño de despertar,
del sopor que vive dentro.

Germinó la melodía,
entre ruidos y presagios,
más la triste letanía,
fue surgiendo de los labios.
De los labios la sonrisa,
para paliar los agravios.

Creció el tallo generoso,
elevándose gallardo,
pero el viento huracanado,
dobló su cuerpo elevado.
El cuerpo que se estremece,
con la injusticia que crece,
del intransigente humano.

Brilló la estrella fugaz,
con la luz de su penacho,
más a gran velocidad,
pasó sin dejar el rastro.
El rastro de cada huella,
que su impronta va dejando,
quien del respeto hace canto.

Sembró vida el jardinero
y la espada del guerrero,
segó de un tajo su encanto.
El encanto de la Tierra,
que en su seno va creando,
como del nacer el llanto.

Vivió dichas y tragedias,
con el respeto en los labios.
La paz en el corazón,
para seguir caminando,
por la senda del amor.
Así la vida se crea,
en su perfecto esplendor.

El jardinero sembró,
la belleza entre sus manos.
Semillas del corazón,
de los fructíferos granos,
desprendidos del amor.
Lo bello sintió el humano,
que en su alma fructificó.

Sembrar para recoger,
la herencia de lo sembrado.
Entregar sin esperar,
la vuelta de lo entregado.

Generosamente vida,
en las generosas manos.
A.L.
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09/02/2020

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