DE LOS TIEMPOS, ECOS



Parte el velero, cuál ave,

para llegar al destino.

Son tan arduos los caminos,

que se van quedando ausentes,

como reliquias, recuerdos.

Hitos, de grises presentes.



Ese febril laberinto,

pletórico de emociones.

Un maremágnum de signos,

en las escabrosas sendas.

Fantásticas emociones,

con sus mágicas leyendas.



Pasos, que simulan huellas,

en el éter de los tiempos.

Corazones, que son templos,

donde palpitan los dones.

Cuáles ardientes fogones,

donde las vidas se gestan.



Como cantos ancestrales,

resuenan entre los ecos.

Ecos, que se van quedando,

mientras viven los mortales.

Que se desprenden sonando,

de los caminantes cuerpos.



Nace el ser, como a raudales,

se precipitan los hechos.

Son sus lágrimas rimeros,

que son gritos, son reflejos,

de pieles, nervios y sangres.

Nace el ser, como un instante.



Y en los gestos, que son rictus,

se descubren los secretos.

Faces, de viejos y nuevos,

laberínticos y míticos.

Rostros, de apariencia amable,

pero en penumbras, inmersos.



Abre el tiempo sus tentáculos,

para palpar cada verbo.

Y en su irremediable acierto,

va la vida analizando.

Ojos, que ven lo recóndito,

que emerge de lo más hondo.



Amor, que reta a lo ignoto,

con su cíclope deseo.



Ángel L. Pérez ®

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17/07/2023

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