SE
PLEGARON LAS HOJAS
No
se detiene el viento,
aunque
falte el aliento.
Es
viajero el talento,
que
trasvasa los tiempos,
de
momento a momento.
No
es posible el reencuentro,
si
la intención se pierde,
como
se pierde el verso,
si
no sufre y conmueve.
Se
plegaron las hojas,
que
escritas se quedaron,
olvidadas
reliquias,
que
el polvo las sustenta.
Del
libro de los sueños,
solo
queda la rima,
de
olvidados recuerdos.
Un
soplo de esperanza,
al
fin sobrevenida.
No
hay suspiro que brote,
sin
que la sangre viva,
vibrante
en los latidos,
la
carne estremecida,
el
galopar constante,
del
corazón que gima,
con
un nuevo retoño.
Una
ardiente corriente,
eléctrica
y cautiva.
Se
quedaron sin nombre,
los
reos y las ninfas,
presas
en el alambre,
de
la espesura misma.
Sobrecogido
el ánimo,
sin
sustancia exprimido,
en
la apariencia mística.
Doloroso
sentido,
que
sin dudar se olvida.
No
hay un norte sin luna,
ni
una brasa sin humo.
Ni
sabor que no sepa,
si
es almíbar su jugo.
No
hay frontera sin pena,
ni
pesar entre rejas.
No
hay amor sin condena,
en
su hermosura eterna.
Se
fueron como entraron,
con
las bocas abiertas,
aspirando
la vida,
a
bocanadas llenas.
Emprendieron
la huida,
los
que odiaron sin pena
y
una luz cristalina,
en
la entreabierta puerta.
Amor
de madrugada,
con
sabor a canela.
En
la bella alborada,
donde
la vida cela.
A.L.
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