AUNQUE
NO SE OIGA QUIEN HABLA
Ensordecedor
gemido,
que
del interior emana,
como
la Tierra, que brama,
brutal
su penoso grito.
Doloridas
sus entrañas,
en
sus quejidos vomita,
la
furia que la desgarra.
No
se detiene la voz,
de
quien reclama justicia,
ni
se callan los sin voz,
si
por ellos hay quien grita.
No
se acallan los rumores,
que
en el corazón palpitan,
por
la sinuosas mordazas,
del
represor que castiga.
Nada
silencia al poeta,
que
trasciende entre las rimas,
derramando
lo que tiene,
sin
frenos ni cortapisas.
El
verso flota en el éter,
sobrevolando
entre heridas
y
no frena su cantar,
ni
la más vil de las vidas.
Semillas
quiere la tierra,
para
su sangre cautiva.
Graneros
en su regazo
y
en su vientre quiere vidas,
que
nazcan vivan y mueran,
sin
carencias ni desdichas.
Amor
sus seres desean,
para
sin dolor vivirlas.
Nace
el retoño en la rama,
como
un brote que respira,
una
luz entre tinieblas,
soñando
que es carne viva,
la
tierna piel que renace,
de
la que muere y claudica.
Un
verso que no se olvida,
retoñando
entre las rimas.
La
voz se quedo en el aire,
infinitamente
viva,
en
los ecos suspendida,
para
que nada la calle,
tan
bella es su melodía,
que
hasta el trueno se retrae.
Voces
que estando dormidas,
entre
los labios renacen.
Amor
que vive y respira,
aunque
no se oiga a quien hable.
A.L.
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02/06/2020
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