DONDE
DUERMEN LAS PALABRAS
No
se cansa la razón,
de
intentar vencer al miedo.
Es
más fuerte el desamor,
que
el amor que se quedó.
Hueco
hace la sinrazón,
si
el miedo torna a terror.
El
amor vence a los dos,
con
la fuerza de su genio.
El
verso se va alargando,
sobre
las páginas huecas,
bodoques
hace en el blanco,
con
sus atrevidas letras.
Pero
atenaza el temor,
de
no llegar a la esencia,
al
fruto de la razón,
al
núcleo de la conciencia.
No
se detienen los necios,
ni
se aíran los plebeyos,
la
sombra se queda en ellos,
degradando
su color.
No
se cansa el corazón,
de
intentar salvar su ego.
La
sangre sigue fluyendo,
ajena
a la rendición.
No
se aburre el ruiseñor,
de
deleitar con su canto,
ni
el retoño con su llanto,
en
reclamar su alimento.
No
se frena el resquemor,
si
permanece callado,
ni
se tiene más razón,
si
se levanta la voz.
De
color se va vistiendo,
la
razón como el cristal,
cuando
la luz le salpica.
Un
furioso vendaval,
puede
despertar la vida,
inmersa
en su eterno sueño.
La
flor de colores viste,
porque
la calienta el Sol.
Un
reguero de nostalgias,
brotan
si la vida es sueño,
si
el amor no se hace el dueño,
de
la vida que respira
y
no sirven las plegarias,
para
acallar los recuerdos.
Baila
la pluma en el aire,
pues
la zarandea el viento.
Razón
de irisadas caras,
que
abrazada al caminar,
va
desvelando sus capas,
como
las hojas del libro,
donde
duermen las palabras.
A.L.
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