TIERRA.


En el centro del mundo,

encontré un atajo.

Para buscar lo bueno,

del ser humano.

Y al recorrerlo.

Tropezando,

y cayendo.

Lo fui encontrando.


Laberinto que obliga.

Ciego a zarpazos.

Separando en la lucha,

la mies del grano.


Con los brazos abiertos.

Busqué el abrazo.

Con la mirada firme.

Y el corazón blando.


Como pesa el camino.

Cuanto sangran las manos.

Corazón de grandeza,

Va separando.

Separando lo bueno,

de lo malvado.


De piedra son las manos,

del jornalero.

Templadas como acero.

Año tras año.


Como acero que curte,

su firme rostro.

Generoso y sin tregua.

Sobre sus hombros,

acepta lo que viene.

Respetando a la tierra,

que su sangre requiere.


Cicatrices de tiempo,

cruzan su frente.

Y cada encrucijada,

su alma sostiene.

Sostiene su esqueleto.

De dolores, cubierto.

La mirada hacia el cielo.

Y los pies enterrados.

Clavados en el suelo.


Sangre de los valientes.

Sangre de alma.

De su sangre se nutren,

los inocentes.

Corazón de león.

De roca, hecho,

Renunciando a su vida.

Fuerte y auténtico


Sálvame de los necios.

Caballo alado.

Súbeme a tu montura.

Que al rincón donde viven,

Libres y sabios.

Quiero ser elevado


Ángel L. Pérez ®

SOY LO QUE ESCRIBO Y LO QUE TÚ SIENTES AL LEERME

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24/07/2025

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